top of page

Documental

Europa:

 

El cine nació como documental, como reproducción simple y sin elaborar que se desarrollaba ante las protohistóricas cámaras de Lumiére: llegada de un tren, salida de una fábrica, parada militar, demolición de un muro…  Sin embargo, pronto acabaría por convertirse en testimonio gráfico de actos históricos.

 

Los ingleses pisaron con fuerza el documental en los años heroicos del cine. El país de los grandes filósofos empiristas comprendió el poder de la cámara como instrumento de conocimiento del mundo sensible. El productor Charles Urban -fundador de la Warwick Film Co. y de la Urban Trading Co.- favoreció la aparición de numerosos documentales geográficos y científicos.

 

El género documental debería esperar hasta la llegada de Robert J. Flaherty. Este explorador se lanzó a la gran aventura de esta categoría con Nanuk, el esquimal (1920-1922), una epopeya sobre la lucha del hombre en una naturaleza hostil. Gracias a él, el cine documental se convirtió en drama veraz, sin trampas, trascendiendo el estatuto de mera apariencia de las cosas. Su éxito le llevó a rodar Moana (1923-1925), que carecía de la dureza del film anterior y presentaba un mundo paradisíaco sin conflictos. La acogida del público fue excelente y los productores comenzaron a tomarse en serio la temática exótica.

 

Otros artistas digno de mención es Van Dyke, que se encargó de la dirección de obras como Sombras blancas en los mares del Sur (1927-1928) o Eskimo (1933). Aunque lo mejor del ciclo exótico fue sin dudas el espléndido Tabú (1930), de Murnau, un trágico poema de amor.

 

La realización de estas piezas no estaba presidida por una vocación documental, algo que no ocurría con Dziga Vértov o con las salidas de la Escuela Documental Británica, creada por John Grierson -sociólogo escocés-.

 

Grierson vertebró toda una teoría del cine documental, definiéndolo como ‘tratamiento creativo de la realidad’. Para él, el documental debía abandonar los horizontes de Flaherty y orientar sus temas a un sentido social más definido. Es por ello que con él se desarrolla el documental de información laboral, comercial y social.

 

Flaherty acabó incorporándose a la Escuela y realizó junto con Grierson Industrial Britain (1931), pero el temperamento de Flaherty y su búsqueda de paraísos perdidos no se avenían muy bien con la concepción sociológica de Grierson, de modo que se se produjo su separación.

 

Otros proyectos de la Escuela Británica fueron Shipyard (1934-1935) de Paul Rotha, Housing Problems (1935) de Arthur Elton sobre el problema de las viviendas humildes, Song of Ceylon (1934-1935) de Basil Wright…

 

El documental británico se resume en la austeridad, objetivismo e imparcialidad política, que excluía toda demagogia y combatividad social. Al contrario que la Escuela de Nueva York, que nació alentada por el clima liberal de la administración Roosvelt.

Como cineastas norteamericanos podemos destacar a Pare Lorentz con The Plough That Broke the Plains (1936), que abordaba los problemas agrarios del valle del Mississippi y a Paul Strand con Native Land (1938-1941), donde denuncia la intolerancia de su país. También fue a Nueva York fue a parar el holandés Joris Ivens, cuyo estilo polémico le llevó a realizar obras como Komsomol (1932), Borinage (1933), The 400 Millons (1938) y Tierra de España (1937).

 

En definitiva, el cine descubrió su importancia como espejo de la historia y como vehículo de la información, cuyo objetivo principal es contribuir a que personas de diferentes costumbres puedan comprenderse mejor así como también profundizar en el conocimiento físico y científico.

España:

 

En lo que respecta a España, las primeras productoras de noticiarios y documentales nacieron en los años 30, destacando algunas como Noticiario Español, Film España o Cinespaña. Anteriormente, se proyectaban producciones extranjeras.

 

La primera gran obra de cine documental español es Las Hurdes, Tierra sin pan (1932), rodada por Buñuel en esta inhóspita ciudad en la que “no se conoce ni el pan ni las canciones”. El presidente de tal lugar se indignó ante la descripción de la región, consiguiendo la prohibición gubernamental del documental. Tras el impacto de esta obra, comenzó en el cine republicano una prometedora escuela documental, en la que destacarán las actividades de Carlos Velo y Fernando G. Mantilla, quienes producen obras como La ciudad y el campo o Almadrabas.


En Galicia cabe resaltar Galicia Saudade de Carlos Velo, rodada en 1936. Obra que se realiza junto con Cecilio Paniagua como fotógrafo, que posteriormente les llevará a tener un reconocimiento internacional en la Exposición de París (1937) en la que sale premiado este filme.

bottom of page