Las transformaciones industriales
HACIA LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA DE LA IMAGEN
A mediados de 60 el cine vivía un período de grave crisis a causa de la competencia del televisor doméstico. Sin embargo, la industria de la imagen se encontraba en un momento de excepcional expansión y prosperidad. En estos años, el cine se convirtió en un medio de comunicación audiovisual que se expandía hacia diferentes sectores de la vida social (colegios y universidades, en laboratorios de investigación, en el seno de astronaves, en el esparcimiento privado…). Se entraba en la revolucionaria era de la imagen, al mismo tiempo que los industriales del cine se quejaban del descenso de la frecuentación en las salas.
Este fenómeno se resumía como una modificación y reestructuración de la industria y del mercado de la imagen en una era dominada por la presencia de la tv en color. Las antiguas formas de comunicación cinematográfica (la exhibición comunitaria en grandes salas) tendían a declinar, a la vez que otras nuevas (como el cine exhibido en la pantalla del televisor) conocían un auge creciente e irreversible. No debe hablarse por tanto de crisis, sino de una transformación que afectaba al cine como medio de información y entretenimiento.
Entre los factores que incidían en las transformaciones destacó la implantación del magnetoscopio (o videotape), lanzado en 1956 por Ampex. Tenía dos ventajas principales frente a la imagen fotoquímica de la película cinematográfica. La primera, su posibilidad de verificar el resultado de la grabación durante y después de su registro, sin necesidad de un laboratorio para revelado de la imagen. La segunda, su capacidad de borrado y de nuevo registro sobre la cinta. Desde 1971, la utilización del mismo para la producción de películas comerciales se convirtió en una realidad, abaratando su coste y reduciendo su tiempo de rodaje. Por la facilidad de su manejo, iba de la mano con las preocupaciones de los cineastas underground en su actitud de convertir el instrumental cinematográfico en algo universal, al alcance de todos los ciudadanos. Se trataba de una meta ambiciosa, pero coherente con las propuestas de democratización de la cultura de masas.
Se dibujó la utopía de la comunicación pandemocrática, si bien para que ello ocurriera era necesario que no solamente los medios de producción de imágenes fueran asequibles a todos los ciudadanos, sino también que los canales de distribución-exhibición quebraran sus rígidas estructuras oligopolísticas y pusieran fin a su selectividad, motivada por intereses mercantiles o por razones ideológicas. Sólo entonces la producción y el consumo de imágenes animadas serían democráticos.