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Epílogo en el centenario del cine (Gubern)

Desde los hermanos Lumiere, el cine se ha construído en la matriz funcional y genética de todos lenguajes audiovisuales que se han ido desarrollando a lo largo de estos últimos tiempos. Se habla de que; tanto las formas visuales y  procedimientos técnicos han revolucionado y reestructurado las industrias audiovisuales tradicionales (tanto el mercado, su forma de consumo, métodos de trabajo, etc.), de tal manera que se ha llegado a hablar a veces incluso de la “muerte del cine”. 

    El cine realmente se ha reestructurado; no profundamente, pero sí que ha cambiado en cuanto a varios factores. Tiempo atrás, el cine se consumía en aquellas salas en las que el único punto de atención era la pantalla en la que se proyectaba la obra. Hoy en día esto ha cambiado; la emisión de los metrajes en la televisión ha traído sus consecuencias: el hecho de estar viendo un metraje en una pantalla de baja calidad, una mala iluminación, la aparición de anuncios publicitarios que interrumpen el visionado… Todo esto ha provocado que el impacto psicológico del cine en los espectadores sea diferente. Se ha pasado de ver los metrajes en salas como si fueran templos, ha visionarlos en sus casas de manera interrumpida y despreocupada. También cabe resaltar la llamada programación “a la carta”, que proporciona el visionado de cualquier contenido audiovisual. Aunque el problema nuevamente  que nos encontramos nuevamente es la baja calidad del visionado. Resaltar también el cambio de formato y adaptación a la televisión de las películas pensadas para ser visionadas en cine, lo que deforma totalmente la experiencia.

    En cuanto a la producción audiovisual se refiere, bien es cierto que actualmente se siguen produciendo películas de ficción narrativa concebidas para estrenar en salas públicas, pero siempre, o casi siempre, con una intención de llegar más allá de la pantalla de cine. Para ello se realizan metrajes con una extensión idónea y una predominancia de los encuadres cortos y las composiciones de fácil legibilidad. Como podemos ver, la destinataria privilegiada es la pantalla televisiva, que recibe el grueso de la producción audiovisual actual, de ficción y de no ficción, por cualquier medio posible.

    Los grandes avances de los equipos de producción audiovisual junto con su democratización, se trata de un indiscutible proceso cultural y social. El problema es que los circuítos de diseminación de las obras, siguen estando controlados por los intereses oligopolísticos y transnacionales. En definitiva, el cine no es que haya muerto, sino que se ha adaptado a las nuevas plataformas y modos de entrar en el mercado. De cualquier forma, y según las últimas líneas del “epílogo” de Gubern: “Es innegable que la matriz y el modelo fundacional de los dialectos icónicos que lo atraviesan se hallan en la centenaria tradición cinematográfica, que, fundada hace un siglo, constituyó la primera forma histórica de imagen en movimiento.”.

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