Resto de Europa
LA INESTABLE PROSPERIDAD BRITÁNICA
Arthur Rank establece firmes conexiones comerciales en los Estados Unidos. David Lean realiza adaptaciones literarias de Dickens en Cadenas rotas y Oliver Twist. En la mente de todos está el éxito de Pigmalion realizada por Leslie Howard y Anthony Asquith, director que vuelve a ensayar la fórmula del cine-teatro con La importancia de llamarse Ernesto. En esta época se realizan una serie de obras muy costosas como Las zapatillas rojas y Los cuentos de Hoffman de Michael Powell y Emeric Pressburger. Oliver Lawrence realizaría una serie de obras basadas en Shakespeare como Hamlet de 1948 o Ricardo III en technicolor del año 1955.
De todas formas los espectadores preferían el cine policíaco, de gran tradición nacional. El faro azul de Basil Dearden es uno de sus mejores exponentes. Carol Reed realiza una de sus mejores obras con Larga es la noche en 1947. En 1948 colaborará con Graham Greene y crea El ídolo caído. También colaborando con Greene hará la obra El tercer hombre, con la que alcanzará un éxito sin precedentes. Después, utilizando las fórmulas del éxito de sus obras anteriores, Reed realizará Se interpone un hombre, que será su primer peldaño hacia la decadencia. Contribuyó al éxito de las comedias, iniciado tras la gran acogida de Ocho sentencias de muerte de Robert Hamer.
Charles Crichton realizó Los apuros de un pequeño tren y Oro en barras; Mario Zampi Risa en el paraíso y Henry Cornelius Genoveva.
Alexander Mackendrick autor de El hombre del traje blanco, La bella Maggie y El quinteto de la muerte. Este brillante ciclo de éxitos comerciales se prolongó hasta 1955, fecha en que sir Michael Balcon vendió los Estudios Ealing a la televisión.
Después de todo este éxito, en la década de los cincuenta, el cine inglés se encuentra con la crisis.
INGLATERRA BAJO LOS BLITZ
La Inglaterra machacada por los bombardeos nazis movilizó su cine al servicio de la contienda, sacando un buen provecho de su experiencia y excelente tradición documental. Alberto Cavalcanti sucedió a Grierson en la dirección del movimiento documental inglés con su temática solicitada por la defensa pasiva, el mantenimiento de la moral de la población y la esperanza en la victoria final, que formando una V con sus dedos y con optimista sonrisa en los labios anuncia sir Winston Churchill a la nación.
Humphrey Jennings será la más notable revelación del documental inglés en los años de la guerra. Su Listen to Britain (1941) es, además de un retablo de la vida civil durante las hostilidades, un documental experimental que trata de demostrar y rehabilitar las posibilidades creadoras de la banda sonora. Su obra más conmovedora fue A Diary for Timothy (1945), carta dirigida al bebé Timoteo que nace en el momento de la liberación de París.
Los films of facts, utilizando abundante material documental de archivo, gráficos explicativos y entrevistas ante las cámaras, fueron una especialidad del documentalista Paul Rotha que realizó para el Ministerio de Información World of Plenty (1943), exposición didáctica sobre el problema de la alimentación, con un examen de las privaciones a que obliga la guerra y proponiendo una más justa distribución alimentaria en el mundo.
A veces resulta difícil distinguir la frontera entre el documento y la reconstrucción. Éste es el caso de las películas navales Sangre, sudor y lágrimas (1942), del comediógrafo de moda Noël Coward y de David Lean, convertido en el film oficial de la resistencia británica, y de San Demetrio London (1943) de Charles Frend.
Los industriales del cine saben que en esta hora de angustia la población necesita el sedante de la evasión y Alexander Korda propone al sufrido pueblo británico un fantástico viaje a Oriente en El ladrón de Bagdad (1939-1940), superproducción en Technicolor que firman Zoltan Korda, Ludwig Berger y Michael Powell. Sin embargo, los mayores esfuerzos de producción correrán a cargo de Arthur Rank, que con sus costosas películas «de prestigio» —como César y Cleopatra (1944) de Gabriel Pascal, según la obra de G. B. Shaw, y el shakesperiano Enrique V (1944) de Laurence Olivier (su mayor éxito artístico)— trata de conquistar el mercado norteamericano.
Joseph Arthur Rank fue educado en una rigurosa fe metodista, que le llevó a fundar en 1933 la Religious Films Society, productora destinada a la propaganda religiosa. En 1938 adquirió los estudios de Pinewood y de Denham (los más importantes del país) y en 1941 los circuitos de salas GaumontBritish y Odeon, que le permitieron el control de la exhibición. Al año siguiente fundó la sociedad Eagle-Lion y en 1946 la John Arthur Rank Organization Ltd., que agrupaba las firmas GaumontBritish, Gainsborough Pictures, Two Cities Films, Independent Producers y los estudios de Denham y Pinewood. Así pues, durante los años de la guerra se formó el colosal imperio de celuloide de Rank, que llegará a controlar el 60% de la producción nacional. Al acabar la contienda sus tentáculos se extenderían por el continente, a través de circuitos de exhibición propios, y alcanzarán a la gran empresa norteamericana Universal-International.
También en el cine de calidad es necesario destacar a Thorold Dickinson, quien adapta el drama psicológicopolicíaco de Patrick Hamilton Luz de gas (1940), sobre un asesino que trata de hacer enloquecer a su esposa. Cuatro años más tarde, George Cukor tratará de rehacer este éxito en los Estados Unidos con Luz que agoniza (1944).
Un caso aparte es el de la producción de los Estudios Ealing, baluarte independiente que desde 1938 dirige con acierto y con un gran prurito de calidad Michael Balcon. La obra más notable que sale de estos estudios durante la guerra es la película fantástica Al morir la noche (1945), con cinco episodios alucinantes de la pluma de H. G. Wells, que son llevados a la pantalla por Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden y Robert Hamer.